Con estas lineas, quiero agradecer a Jorge Garret, la entrevista que me hizo en 2011 para El Ironman de Niza. Con vuestro permiso, os la vuelvo a transmitir porque esto es lo que siento después de mi humilde participación en 10 pruebas Ironman.
Si David Márquez Waltrapa (El
Puerto, 1979) se dedicara al fútbol, sería un treintañero adinerado,
tendría seis horas al día libres para jugar a la PlayStation3,
protagonizaría anuncios de Nocilla y, en las dos horas que duró esta
entrevista junto a la playa de La Puntilla, en El Puerto de Santa María,
le habrían interrumpido penitentes aficionados unas treinta veces. Pero
David no es futbolista, es triatleta de larga distancia, compagina
trabajo y entrenamientos en una disciplina vedada al profesionalismo,
paga de su bolsillo bicicletas y viajes, y dedica su vida al deporte por una pasión incondicional y casi enfermiza.
Con sólo 32 años, el portuense ha finalizado ocho Ironman. El domingo
disputa en Niza su novena prueba con un objetivo: si “todo va bien” y
para el crono antes de las 9 horas y 50 minutos en la línea de meta
logrará una de las 1.200 plazas en liza cada año para participar en el
campeonato del mundo, el mítico Ironman de Hawaii.
Márquez está moreno como un jornalero, roza el 1,80 y pesa 72 kilos
de pura fibra y músculo. En su cuerpo sólo queda la genética del chaval
de 15 años que quedó entusiasmado viendo a su padre participar en un
triatlón olímpico (1.500x40x10) en La Barrosa, cuando la prueba tenía
carácter internacional y muchos extranjeros también se batían en la
playa chiclanera. Un año después disputó la competición, se clasificó el
23º y obtuvo el pase para el Campeonato de España, que aquel año se
organizó en Córdoba (Posadas). En esta historia se asocian esfuerzo y dedicación
como medios para alcanzar una meta, y Waltrapa se enganchó.
El portuense hizo un paréntesis de menor intensidad en su carrera
deportiva para licenciarse en Ciencias de la Actividad Física y el
Deporte en Murcia. Tras regresar a El Puerto, empezó a dedicarse a la
larga distancia, el segmento al que mejor se adaptaban sus condiciones.
“En aquellos años mi mente ya estaba en Hawaii. Era el sueño. Estaba
impactado por la información que leía sobre la prueba, los vídeos de
Eurosport, a Antonio Alix retransmitiendo…”.
Márquez recuerda la final de la isla de Kona en 1997, en la que dos mujeres, Sian Welch y Wendy Ingraham,
se jugaron la prueba en la última milla destrozadas por los calambres,
incapaces de mantenerse en pie y atravesando la meta a gatas en unas
imágenes al límite de lo humano que forman parte de la historia del
deporte. “Era épico, increíble, yo quería emular lo que estaban haciendo
esos deportistas”.
Pero el camino hasta Hawai es sólo para elegidos. El derecho a estar
allí hay que ganárselo en alguno de los 27 Ironman que se disputan cada
año en el planeta, es decir, hay que clasificarse entre los primeros, al
menos de cada grupo de edad, en una prueba en la que cruzar la meta ya
es un descenso al infierno, una proeza inalcanzable para la mayoría. Con
este ánimo inició Márquez su palmarés: finisher (el que finaliza
una prueba) en Lanzarote en 2005 (13 horas y 30 minutos), en Niza en
2006 (12:06), en Sherborne en 2007 (11:03), en Lanzarote en 2008
(11:31) y 2009 (11 horas), en Zúrich ese año (9:52), y en Frankfurt
(10:38) y Cataluña (10:51) en 2010.
Waltrapa puede hablar un buen rato de cada uno de sus Ironman,
de lo poco preparado que se presentó en Canarias la primera vez y cómo
echó a llorar al atravesar la meta, de sus marcas en cada segmento, del
aliento de sus padres y su novia Mamen en las carreras, de sus
sensaciones, o de que en Suiza en 2009 se quedó a 38 minutos del corte
para el Mundial… “Para mí se convirtió en una droga, en algo que a veces
no te deja dormir porque sueñas que nadas, o que estás en la bici o
corriendo, sintiendo el sufrimiento del esfuerzo en las venas”.
También recuerda la pájara que sufrió corriendo el maratón de la
prueba de Alemania el año pasado, un contratiempo que le apartó de la
clasificación para Hawaii cuando tenía el dorsal al alcance de la mano.
“Teníamos 35 grados. Lo hice bien en los dos primeros segmentos, iba en
tiempo para hacer 9:50, pero algo no fue bien, me deshidraté y en la
segunda vuelta de la maratón reventé. Tuve que andar. Si andas, estás
perdido”.
En el triatlón de larga distancia cuentan la genética y, sobre todo,
el entrenamiento, pero los factores que influyen en la competición
escapan a cualquier tipo de control. Márquez entrena unas 20 horas a la
semana repartidas en tres sesiones de cada una de las tres disciplinas.
Los fines de semana compite en pruebas de triatlón o específicas de
natación o carrera. Evita las grasas pero come de todo para alimentar el
horno de calorías que es su cuerpo, y complementa esa dieta
con vitaminas, proteínas, aminoácidos y otros suplementos naturales. Se
hace reconocimientos médicos cada seis meses porque es consciente de
que lleva su organismo “al límite”: “sé que cada vez que compito me
estoy quitando años de vida”, asevera. Hasta aquí, la rutina.
Después están las circunstancias de las 10 o 12 horas que dura un
Ironman, cuestiones que no se pueden entrenar. “Siempre digo que el 40%
de esto es físico, y el 60% mental. La cabeza tiene que ser de hierro.
Si falla, tienes un problema. Cualquier error, problema físico o tensión
que acumules en 10 horas te acaba machacando.
Hay gente que participa en un Ironman y no vuelve más ni aunque le
paguen. Hay compañeros que pierden todas las uñas de los pies o están
orinando Fanta una semana… Es una pugna de tu cuerpo con los límites, un
sufrimiento extremo, y el reto es ser capaz de superarlo”, explica el
triatleta, para quien esa “incertidumbre”, “el saber que te la juegas en
un día y y que no sabes qué va a pasar, es lo que te engancha”.
Esta semana
viaja a Niza con otros deportistas gaditanos y amigos como Miguel Ángel
Aguilocho (31 años), que en 2006 no pudo tomar la salida en Niza porque
justo el día antes de la prueba se lesionó el brazo tras caer de la
bici mientras rodaba, los isleños Ramón García (35), Alejandro Castañeda
(34) y Manuel el pediatra, y el jerezano Manuel Jesús Fernández
(31), uno de los mejores especialistas de la provincia y que también
está en condiciones de lograr la clasificación para Hawaii.
Pedimos a David Márquez saber cuál es su planificación mental para
Niza, su estrategia para el domingo: “A ver, antes iba a probar, a
terminar, a hacer mejores tiempos. Ahora voy a muerte desde el
principio, no hay más remedio. En mi mente, aparto los segmentos. En
natación voy bien, rápido, pero hay que tener cuidado con los golpes,
los codazos, los agobios. Hay dos mil personas nadando. Si se te pone el
corazón a 200 en el agua y no te tranquilizas, estás fuera. Debo tardar
57 o 58 minutos. Después viene la bicicleta, soy un ciclista con
fuerza, aunque hay que superar tres puertos de montaña, uno de ellos de
20 kilómetros. En Suiza rodé a 35 por hora de media. Si todo va bien
deben ser 5 horas y 20 ó 30 minutos”.
Waltrapa admite que la carrera es su “peor disciplina” pero
confía en la mejora conseguida este año tras perder cinco kilos y
reducir su masa muscular. “En la maratón tu cuerpo va al límite pero
vienes con la musculatura más acondicionada de la bici. Una maratón en
Ironman no es lo mismo que una aislada, si corro a 4:50 minutos el
kilómetro está bien. Ahí hay que controlar las sensaciones para no ir
más rápido de la cuenta, porque si lo haces, revientas. Serían unas 3
horas y 20 minutos. Los cálculos, condicionados al “si todo sale bien”,
clavan el crono en 9 horas y 50 minutos nadando, corriendo y pedaleando
lo más rápido posible para culminar todo un proyecto de vida.
Artículo publicado en Diario de Cádiz el 23/6/2011 por Jorge Garret @jorgegarret
En niza hice desde mi punto de vista, mi mejor marca personal (10h07min entrando el 101 en la general y al año siguiente en Lanzarote (10h56 min con explosión en la maratón). Son mis 10 batallas en esta mítica distancia. Mis 10 maneras de volver una y otra a vez a presentarme en una nueva salida.
La semana que viene me enfrento a mi Ironman nº 11 y le sigo teniendo el mismo respeto que la primera vez. Daré todo lo que tengo y mi objetivo será intentar batir mis 9h52min, vencerme a mi mismo y acercarme lo máximo posible a ese sueño deportivo. Cuando cruce esa meta y recobre el aliento, ya estaré pensando en que próximo Ironman podré realizar.
Deseo toda la suerte para mis compañeros de expedición gaditana: Alejandro Castañeda, Victor, Jesús Vinaza y Ricardo Villodre. El largo recorrido hasta Klagenfurt durante estos meses, se verá recompensado